El conflicto político venezolano se ha acelerado en el último mes como no sucedía desde 2019. La celebración de elecciones presidenciales el pasado 28 de julio activó una reacción en cadena de múltiples efectos: el chavismo se tambaleó y optó por atrincherarse ante los reclamos de la oposición, que reivindica el triunfo de Edmundo González Urrutia y exige al Gobierno la publicación de las actas electorales. El propósito del aparato bolivariano es acorralar a sus adversarios, liderados por la inhabilitada María Corina Machado, y jugar al desgaste como ha hecho en otras ocasiones. Sin embargo, las sospechas de graves irregularidades en una jornada que, según las autoridades, se saldó con la victoria de Nicolás Maduro provocaron una enorme sacudida en los cimientos del chavismo. Venezuela está de nuevo en el foco de la comunidad internacional, el mandatario y su núcleo duro están cada vez más aislados, mientras aumenta la tensión y cunde el miedo a la represión. En este clima, tanto la oposición como el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se movilizarán este miércoles en Caracas en dos marchas paralelas.